Hay juegos que envejecen mal. Otros, directamente, mueren. Pero unos pocos se transforman en leyenda. Dark Souls, el coloso de FromSoftware que redefinió la dificultad y el diseño de mundos, volvió en 2018 con una versión remasterizada que no solo refresca su apariencia, sino que revitaliza su espíritu para una nueva generación de jugadores.
Dark Souls Remastered no cambia lo esencial: sigue siendo brutal, enigmático y cruel. Pero ahora lo hace con texturas en HD, 60 fps sólidos y un sistema online mejorado que potencia la experiencia sin traicionar su esencia.
Lordran: ahora más vivo… y más muerto que nunca
La tierra maldita de Lordran es tan opresiva y fascinante como la recordás, solo que ahora respira con más definición. Las sombras son más profundas, las superficies más nítidas, y el fuego de las hogueras brilla con una melancolía aún más palpable.
Gracias a la remasterización, el mundo se siente más consistente: las zonas oscuras como Blighttown, que antes sufrían de caídas de framerate, ahora fluyen sin interrupciones, permitiéndote sufrir (y disfrutar) con más claridad.

Precisión afilada, sin retrasos
Uno de los grandes aportes del remaster es la estabilidad técnica. El combate, que ya era pausado y quirúrgico, ahora responde con precisión absoluta gracias a los 60 fps constantes. Las animaciones se sienten más limpias y el input lag es casi inexistente.
Esto no solo mejora la experiencia: la hace más justa. Morís igual, sí, pero ya no podés echarle la culpa al juego. Cada error es tuyo. Cada victoria, también.

Historia escondida, ahora más accesible
La narrativa de Dark Souls Remastered sigue siendo críptica y fragmentada, pero gracias al aumento en resolución, los detalles del entorno y los ítems se pueden leer y apreciar mucho mejor. Todo está ahí, esperando que lo descubras… o lo ignores y sufras igual.
NPCs como Solaire, Frampt o Gwynevere mantienen su encanto extraño, y las conexiones entre zonas, ítems y eventos siguen formando uno de los mundos más cohesionados de la historia del gaming.
Como en todo soulslike, la muerte no es un obstáculo, sino parte del aprendizaje. Pero a diferencia de juegos más modernos como Lies of P, Dark Souls Remastered no ofrece atajos ni consuelos. Acá, el castigo es parte del diseño.
Multijugador potenciado
El modo online ahora permite hasta 6 jugadores simultáneos, con servidores dedicados que reemplazan al viejo sistema peer-to-peer. Las invasiones, invocaciones y cooperativo se sienten más fluidos y estables.
Si alguna vez dudaste en invadir o dejarte invadir, esta es la mejor versión para lanzarte al caos controlado del multijugador.

El diseño sonoro no ha cambiado, pero eso no es malo. Sigue siendo minimalista, atmosférico y profundamente inmersivo. El silencio en Lordran pesa. Y cuando suenan las notas trágicas de un jefe como Gwyn, entendés que Dark Souls no es un juego de acción: es una ópera desesperada.
Lo bueno, lo malo y lo eterno
Lo mejor
- Fluidez total en combate y exploración.
- Gráficos mejorados sin perder la identidad artística.
- Online más sólido y con más jugadores.
Lo cuestionable
- No hay contenido nuevo.
- Algunas animaciones se sienten rígidas comparadas con juegos actuales.
- Quien lo odió en 2011, probablemente lo siga odiando.
Lo peor
- El menú de ítems y la interfaz siguen siendo toscos e incómodos.
- La inteligencia artificial de algunos enemigos sigue siendo errática.
- Algunas zonas (como Lost Izalith) mantienen errores de diseño del original sin ajustes.
Dark Souls Remastered no busca rehacer lo perfecto, solo pulirlo. Es la mejor forma de experimentar esta obra maestra hoy en día: una mezcla de sufrimiento y recompensa que sigue resonando como pocas. Si sos nuevo en el género o querés volver a sentir esa presión en el pecho al enfrentar a Ornstein y Smough… esta es la hora.
No te regala nada, y por eso lo recordás todo. Es el infierno más hermoso en el que vas a querer volver a caer.