Hay juegos que te desafían. Otros que te asustan. Pero Bloodborne te desarma. Te arrastra a una pesadilla gótica que se retuerce con cada paso, donde el horror se oculta detrás de una sonrisa torcida y la violencia es poesía. FromSoftware no solo reinventó su propia fórmula: creó un universo en el que la brutalidad es arte y el dolor, evolución.
Lanzado en 2015 como exclusivo para PlayStation 4, Bloodborne es mucho más que un soulslike rápido. Es un descenso a la locura con tintes lovecraftianos, una reinterpretación de la oscuridad medieval de Dark Souls que acelera el pulso, elimina los escudos y te obliga a atacar… incluso cuando todo en tu instinto dice que corras.
Yharnam: la ciudad maldita donde empieza el delirio
Desde el primer momento, Yharnam se presenta como una ciudad gótica imponente, un lugar corroído por una plaga que convierte a las personas en bestias. Pero lo que parece una clásica historia de cazadores y monstruos se convierte, poco a poco, en un viaje al abismo del horror cósmico.
Cada zona de Bloodborne está diseñada como un rompecabezas opresivo, entre callejones húmedos, bibliotecas en ruinas y pesadillas que desafían las leyes del espacio-tiempo. El juego no te guía: te empuja. Y mientras más profundo caés, más entendés que la verdadera amenaza no son las criaturas… sino el conocimiento.

Combate agresivo, veloz y visceral
Si Dark Souls era ajedrez en cámara lenta, Bloodborne es esgrima demente bajo la lluvia. No hay escudos, ni paciencia. Hay parrys con pistolas, transformaciones de armas en tiempo real, y un sistema de “recuperación de salud” que te recompensa por atacar justo después de recibir daño.
Es un combate que no perdona el error, pero que premia la valentía. Cada jefe —desde la Bestia Sedienta de Sangre hasta Ludwig o el Huérfano de Kos— es una sinfonía de gritos, sangre y estrategia agresiva.

Historia fragmentada: cuando la locura se vuelve verdad
Bloodborne no explica nada de forma directa. Como en otros títulos de FromSoftware, la narrativa está oculta en objetos, entornos y diálogos ambiguos. Pero esta vez, la historia da un giro: lo que empieza como una cacería se convierte en un enfrentamiento contra seres ancestrales y realidades rotas por el conocimiento prohibido.
Es Lovecraft en estado puro: la búsqueda de la verdad lleva a la demencia. Y Yharnam es su altar más sangriento.
Sonido, atmósfera y diseño: un infierno hermoso
El diseño sonoro de Bloodborne es tan importante como sus combates. El eco de tus pasos en una catedral vacía, los gritos lejanos de aldeanos poseídos, o el silencio que precede a un jefe… crean una tensión constante.
La banda sonora no acompaña: devasta. Cada boss tiene un tema propio que mezcla tragedia, furia y desesperación. Es un score emocionalmente agotador, pero inolvidable.

Rejugabilidad y contenido opcional
Bloodborne ofrece decenas de horas de contenido opcional, desde zonas secretas hasta los Chalice Dungeons, calabozos generados proceduralmente con desafíos únicos. Además, hay múltiples finales que dependen de decisiones crípticas… y de cuánto estés dispuesto a entender.
Exclusividad en PS4 sin mejoras oficiales para PS5 o PC.
- Ambientación única y opresiva.
- Combate rápido, técnico y profundamente satisfactorio.
- Diseño artístico impecable, del primer ladrillo al último jefe.
- Narrativa oculta y rica en simbolismos.
Caídas de FPS y resolución limitada en zonas exigentes.
- Chalice Dungeons pueden volverse repetitivos.
- El sistema de farmeo de viales de sangre frena el ritmo del juego.
- Puede ser demasiado críptico para jugadores casuales.
Aún no tiene remaster, remake ni versión multiplataforma.
- El menú de ítems y la interfaz siguen siendo toscos e incómodos.
- La inteligencia artificial de algunos enemigos sigue siendo errática.
- Algunas zonas (como Lost Izalith) mantienen errores de diseño del original sin ajustes.

Bloodborne no es solo un videojuego: es una obra de culto. Un título que desafía, exige, y recompensa con una profundidad emocional rara vez vista en el medio. Si Dark Souls te enseña a resistir, Bloodborne te enseña a atacar… incluso cuando todo lo que tenés enfrente es desesperación.
Es elegancia en la masacre, locura en forma de diseño y uno de los mejores juegos de la historia moderna.